18 enero 2016

El increíble hombre menguante



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El increíble hombre menguante se despertó con los mismos dolores y náuseas que los que en estos últimos doscientos años le mantenían fundido en la nada un buen rato. Le seguían entonces angustiosos episodios de abatimiento en los que llegaba incluso a poner en duda la deidad de su empresa para luego encontrar paz con el compromiso de recuperar, pese a los siglos vividos, el derecho a sorprenderse y guardarse una pregunta para todo.

En cuanto logró centrar el dolor en un punto y recomponer su alma, se metió en el baño y abrió el agua caliente de la bañera de patas de león. Luego cruzó la habitación del hotel y se encaró a sus ventanales barrocos desde donde se podía ver en todo su esplendor el Englischer Garten y la periferia de recortes de colores que es Múnich en primavera. Pero no llegó a ello porque antes le asaltó a degüello la catastrófica decadencia de su propio reflejo cuyo torso se inflaba y las extremidades menguaban hasta casi dotarle de un aspecto de hombre-batracio. Observó a sus espaldas a la chica de la cama que se desperezaba y que en un movimiento de brazos armoniosamente enlazado pescaba una botella de Veuve Clicquot de la cubitera.

- No tengas pánico, todos somos orgánicos - le adivinó divertida.

Tremendamente violento por verse tan expuesto, se volvió sin levantar la vista y abrió la caja fuerte del escritorio para sacar una beretta 92fs y dos cargadores que guardó en silencio en una pequeña mochila negra.

- ¿Vas a desayunar eso? - le espetó en seco cruzando de nuevo la habitación.

- Si quieres te espero - le vaciló sugerente apuntando la botella a sus grandes senos.

Majadera, insensata, piripi, niñata, masculló fuera de sí. De sus encuentros no rezumaba más que un sexo profuso que ella usaba con tácticas de emboscada para no extinguirse y a lo que él se entregaba incondicional con tal de mantenerse alejado del puto campo de batalla en el que se había convertido.

Sentado el hombre-rana al borde de la bañera maldiciendo su condena, de pronto reparó en el mensaje invisible que ella había escrito en el espejo la noche anterior y que ahora el vapor revelaba con premeditación. Y al leerlo intuyó la devastación emocional que anidaba en ella, el desaliento de quien se sabe mortal sin tener vida. Ese desamparo mal dismulado en indiferencia le hizo un quiebro y diluyó su rabia como dos azucarillos en un mar de ternura y pesar, apuntalando la determinación ciega que necesita cada día para renovar votos y seguir haciendo lo que sea que estuviera haciendo y de lo que si tú o yo intuyéramos lo más mínimo estaríamos criando malvas para la santa eternidad.


"Une immense espérance a traversé la terre.
Une immense espérance a traversé ma peur."




Ketchy Shuby - Devil and the Gun. "Still Making It Look Easy" 2014.




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