18 abril 2011

De Euroluce 2011 y sudor.


No me gustan las ferias, me generan cierto desasosiego. La sensación de no ir lo suficientemente rápido, de no acertar el momento ni el sitio adecuado. Me tropiezo con ideas que hace años algún cliente me rechazó, encuentro otras tan básicas y anodinas que personalmente jamás reuniría el valor suficiente para planteárselas a un cliente, y sin embargo ahí están: haciendo mercado. Pero también descubro algunas propuestas tan brillantes que me enrabieto por no ser yo el ocurrente. No es por falta de humildad, los repasos de humildad ya me los llevo cada vez que arriesgo demasiado por un proyecto que me acaba arruinando y endeudando hasta las cejas, luego toca levantarse, cada vez más cansado, cada vez más dolido. Me cabreo porque me ha faltado lucidez y altura para resolver mi trabajo con esa soltura.

A pesar de todo ello he ido a Milán, Euroluce 2011, por la insistencia y cortesía de un cliente que me ha invitado full-time a comprobar si las cosas se mueven o no y hacia dónde.

Lamps collage from Lighting fair Euroluce Milán 2011

Quizás mi cliente pensó en algo tan esquivo como la gestión del valor creativo. Dícese que aquellos que vivimos de desempeñar un trabajo técnico / creativo necesitamos recibir estímulos que nos mantengan en lo que estamos, despiertos e inquietos. Nuevas metas, nuevos retos y cierta comodidad de medios. No es fácil sentarse ante una hoja o pantalla en blanco y empezar de cero, una y otra vez. Porque cuando el trabajo se repite, cuando los análisis de mercado ya no sugieren nada nuevo, cuando las estrategias que propones a tus clientes desfilan mentalmente como un "déjà vu" maqueado, suele ocurrir que uno acabe intrigando en temas ajenos donde poner a prueba los límites a riesgo y cuenta de la actividad que te mantiene.

Mi primera reacción al volver a esta feria, doce años después, y comprobar la enorme diversidad de propuestas presentadas, fue decirme: Puñetas, el mundo no necesita una lámpara más, me doy media vuelta y me piro a comerme una cotoletta a la milanesa.

Pero la obligación manda. Y cierto compromiso personal también. Me gusta pensar que los diseñadores somos una especie de traductores de la tecnología. La manipulamos y aplicamos con el fin de hacerla accesible y agradable para todo el mundo. Y ese análisis genera comercio. Proporciona a las firmas algo nuevo que producir y en mejores condiciones, proporciona a los comerciales y distribuidores nuevos argumentos con los que defenderse, consolida el trabajo y además es recíproco. Cualquiera de nosotros puede ser prescindible en un momento dado y sin embargo, formamos tal familia en el empeño que si uno falla... siente que le falla a los demás.

Y en esa estamos, en estos tiempos en los que una panda de Intocables e Innombrables andan inexplicablemente aún asaltando a sus anchas las cuentas de este su mundo cojo: aquí me encuentro rodeado de todas estas empresas industriales de economía tangible. Da igual si hay piratas, genios, advenedizos, triunfadores, apaleados, pequeños, mediocres o gigantes: todos tiran para adelante, con la mejor cara posible, con un desgaste enorme por proponer, con sus mejores galas, los nuevos conceptos, materiales, aplicaciones y tecnologías que quizás con suerte revolucionen el mercado.

Mis respetos por todos los que estuvieron allí, y los que no pudieron. Quizás, como a muchos, las circunstancias me están enseñando a apreciar mejor el sudor ajeno, cuando lo hay. Y de eso, aquí había mucho.

* A la memoria de Deogracias Robles Gutiérrez, gerente de Rogu Iluminación. Cliente y amigo.
29/03/2015


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1 comentario:

  1. Euroluce...como cualquier otra...es lo mismo, formamos parte de ese todo, es sólo nuestra perspectiva que cambia. A veces somos creadores, otras manipuladores, otras destructores, otras críticos, informadores...pero la la más satisfactoria es, cuando aprendes a observar sin más, a deleitarte en el arte de la observación, en ese momento, consigues impregnarte sólo de lo que admiras. Prueba utilizar diferentes sombreros...lo hiciste una vez!

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